
He de confesar que mi relación con el arte es una clase de amor/odio. En el fondo se trata de una clase de decepción causada por tantas promesas rotas y tantas expectativas no cumplidas. El proyecto de lo artístico lanzado por las vanguardias y retomado por el arte de los sesentas de unir el arte y la vida, y sobretodo de crear un arte capaz de transformar y revolucionar nuestra realidad se ha quedado incumplido o se ha cumplido de maneras distópicas en la mayoría de los casos.
Esto no quiere decir que no siga creyendo en el arte, porque en el fondo estoy seguro, porque lo he visto, que el arte es una de las cosas más hermosas de este mundo cuando este logra cumplir sus obejtivos. Pero de la misma manera en que tantas veces me he visto asombrado, muchas otras me he visto decepcionado frente a otra faceta del arte que se ha convertido en pasarela, en negocio, en fuente de futuros proyectos comerciales y en la cual muchos artistas no encuentran otra cosa que una fuente para inflar sus tremendos egos.